Da la sensación de que todas las empresas “chulas” del mundo personalizan su oficina y en todas hay un futbolín y/o un billar. La realidad es bien diferente, como sabemos muchos de nosotros. Pero también es verdad que cada vez se tiene más en cuentan los detalles a la hora de pensar en las oficinas, tanto en grandes empresas, como en pymes.
Si nos centramos en estas últimas, veremos que muchas cosas están cambiando. Antaño era difícil encontrar hasta una máquina de café, de esas que hacen café sospechoso pero que siempre sacan de un apuro: “me voy a la máquina a por un café”… junto antes de que llegue el jefe con el látigo. Pero ahora la cosa cambia: tener una de esas máquinas con cápsulas es casi obligatorio. ¿Y qué me decís de la fruta fresca? Es la última moda sobre todo en las empresas más modernitas.
Así que en este contexto es normal que cada vez más responsables tiendan a encargar material de oficina personalizado. Los beneficios son innegables. Para empezar, de cara al propio trabajador. No es un secreto que tener a unos empleados que se sientan vinculados con el lugar en el que trabajan aumenta la productividad. Pero para lograrlo hay que invertir, no solo en sueldos en consonancia con el trabajo, sino también en el detalle. No me diréis que no mola usar lapiceros y bolígrafos con el logo de la empresa, o portafolios en los que aparezca el nombre de la empresa, y no el símbolo de la copistería de la esquina o de unos grandes almacenes.
Todo ello conlleva una cierta inversión, pero muy pequeña en comparación con otras cosas, incluso con la fruta fresca. Porque tal como está el precio de la naranja, tener zumo natural en la oficina está al alcance de muy pocos. Pero encargar material de oficina personalizado está al alcance de más. Solo se trata de poner un poco de empeño y entender que los detalles son los que también contribuyen a mejorar la imagen y la satisfacción en una empresa.