Renueva el follaje de tus áreas verdes y estimula el crecimiento saludable

Al empezar a podar árboles Ourense me pareció, al principio, una tarea que podía realizar de manera improvisada con mis propias herramientas, hasta que entendí la importancia de hacerlo con la técnica adecuada. La primera vez que me lancé a recortar algunas ramas que sobresalían, dejé cortes irregulares y dañé parte de la corteza de manera innecesaria. Aquello me enseñó la necesidad de conocer en detalle los métodos para cortar en el punto justo, sin arriesgar la salud de la planta ni la estabilidad de las ramas restantes.

Aprendí que, antes de agitar la sierra o las tijeras de poda, conviene saber exactamente cuál es la época idónea para la especie que vamos a tratar. No todos los árboles se comportan igual y, en función de su ciclo de floración o de fructificación, puede que sea más conveniente realizar la poda en invierno o en un momento particular de la primavera. Quise poner en práctica ese conocimiento con un frutal que tengo en mi jardín. El cambio fue sorprendente: tras una poda bien hecha, el siguiente año la cosecha fue más abundante y la estructura del árbol se volvió más equilibrada.

La planificación del corte es casi un arte. Identifico qué ramas están secas o enfermas y cuáles compiten entre sí impidiendo que la luz penetre en el interior de la copa. También observo si hay brotes muy vigorosos que dirigen la energía de la planta hacia zonas que no me interesan, como una altura excesiva o un ensanchamiento que obstaculiza el paso. Tomo nota mental de estos detalles y me armo con herramientas bien afiladas y desinfectadas, evitando esparcir posibles hongos o plagas que residan en un corte mal desinfectado.

Me di cuenta de que muchos cortes requieren cierto ángulo para facilitar el drenaje de la lluvia y proteger el tronco de infecciones. Si se deja una herida demasiado grande y plana, el agua podría estancarse y generar pudrición. De ahí la importancia de que el corte sea limpio y se realice, en lo posible, en la zona de la rama donde se facilita la cicatrización natural de la planta. Resulta casi poético pensar en la forma en que un árbol sana sus heridas, creando un callo alrededor de la zona cortada y sellando la sección para no perder savia.

El tipo de herramientas también influye en los resultados. No es lo mismo usar una simple sierra cualquiera que disponer de una de poda de calidad, cuyos dientes estén diseñados para cortes más precisos. En los tallos más finos, me sirvo de unas tijeras de bypass que permiten un corte más limpio, mientras que en ramas gruesas y leñosas recurro a un serrucho especializado. He notado que, cuando trabajo con los utensilios adecuados, el esfuerzo es menor y la planta sufre mucho menos. Es increíble cómo un corte mal ejecutado puede dejar la corteza deshilachada y propiciar la entrada de bacterias.

A menudo, antes de empezar, reviso el entorno para asegurarme de que no caeré en un lugar peligroso o que no golpearé accidentalmente un cable o una estructura cercana. También valoro la posibilidad de contratar a profesionales para aquellas ramas situadas a gran altura o en lugares de acceso complicado. No soy partidario de arriesgarme en una escalera inestable y terminar con un accidente. Prefiero la prudencia y la confianza de quien, con su experiencia, sabe emplear grúas o equipos de seguridad si es necesario.

El contacto con las plantas se ha convertido para mí en una forma de apreciar la naturaleza de modo diferente. Observar cómo, después de la poda, un arbusto adquiere una forma más bonita y crece con más fuerza, me llena de satisfacción. También comprendo que, con una poda responsable, se respeta la estructura esencial del árbol, permitiendo que el sol llegue a las hojas interiores y se evite el exceso de sombra en el jardín. El tiempo que paso organizando y planificando mis cortes se ve recompensado con un paisaje más ordenado y, a la vez, lleno de vida.

Al recortar ramas con el cuidado que se merece, no solo evito dañar el entorno, sino que fomento el equilibrio entre las distintas plantas del jardín. Así, evito la competencia desmedida por la luz o los nutrientes. Descubrí también que algunas podas específicas en setos y arbustos ornamentales pueden darles una forma estética agradable, potenciando una imagen limpia y armónica. Eso sí, siempre con el criterio de no exigir demasiado a la planta y no convertirla en una especie de bonsái desproporcionado. El sentido común siempre debe primar.

Desde que empecé a prestar atención a estas técnicas, me ha resultado mucho más sencillo mantener un aspecto saludable en mi jardín, incluso cuando enfrento periodos de lluvias intensas o de calor extremo. Es notable cómo, al retirar lo superfluo, el resto de la planta se fortalece y el aire circula mejor, disminuyendo la aparición de hongos. La sensación de entrar a un área verde con el follaje adecuadamente podado es tan placentera como ver un espacio bien decorado en el interior de la casa. Cada visita que recibo aplaude la viveza de mis árboles, y yo no puedo evitar sonreír al recordar los primeros intentos torpes que tuve con la poda.