Descrito por primera vez en el siglo XVI, el chocolate fue el verdadero ‘oro’ negro que la expedición de Hernán Cortés introdujo en el Viejo Mundo proveniente de las Américas. Cinco siglos después, el fruto del cacao se comercializa en formatos y sabores diversos, de modo que al comprar tableta de chocolate, puede elegirse entre el blanco, el negro, el rosa y el con leche.
Por su pureza, el chocolate negro destaca entre las variedades más apreciadas, de amargor e intensidad características, siendo el derivado del cacao más saludable según los nutricionistas. Así, su consumo está indicado para combatir el colesterol malo y la tensión arterial. Posee un contenido en cacao del setenta al ochenta y cinco por ciento, complementado con azúcar, manteca de cacao y otros aditivos.
Más suave y dulce es el chocolate con leche, resultado de un descenso en el porcentaje de cacao (menos del cuarenta por ciento), contrarrestado con leche en polvo y otros ingredientes y saborizantes. Se estima que ocho de cada diez personas elige esta variedad frente a otras, siendo por tanto el más consumido.
Envuelto en polémica está desde sus inicios el chocolate blanco. Los entendidos pueden interpretar que sus tabletas se fabrican con granos de cacao blanco, toda una rareza. Pero en realidad este chocolate ni siquiera contiene cacao. Se elabora a partir de leche, azúcar y manteca de cacao. De ahí que muchos lo tilden de «falso chocolate», no sin razón.
Una variedad casi desconocida es el chocolate rosa o Ruby, quizá por su reciente invención, pues su comercialización se inició en 2017 por la empresa Barry Callebaut. Como indica su nombre, este derivado del cacao muestra un singular color rosado, como sacado del mundo de Charlie y la fábrica de chocolate. Nada en su composición revela el origen de esta característica, pues sus ingredientes básicos son el cacao, leche y azúcar.