Desde hace un tiempo he vuelto a tomar leche en los desayunos que es algo que no hacía desde hacía muchos años. Pero para volver a tomar leche he tenido que usar los mismos trucos que tenía mi madre para que me tomase la leche cuando era un niño. Para poder tomar algo de leche tengo que tener o bien galletas de chocolate para mojar en la leche entera central lechera o bien tener los cereales que a mi me gustan, que no es que sean demasiados. Es más, los cereales solamente me gustan de una marca y eso que he probado un montón de cereales diferentes pero los que mejor saben con la leche son unos que son de arroz inflado.
He probado un montón de otros cereales pero no he podido encontrar otros cereales que me hubiesen gustado más que los que ya tomaba cuando era un niño, aunque seguramente me quede alguna marca nueva que no he probado. Hay algunos de estos cereales están ricos si los comes en seco, sin leche, pero cuando los mojas en la leche pierden todo ese sabor.
Durante más de veinte años no tomé nada de leche y eso fue por forzarme de niño. Cuando era un niño no me gustaba nada la leche y cada mañana era una odisea cuando llegaba la hora del desayuno y de ahí vino el rechazo sistemático hacia la leche. Ahora tampoco es que me encante la leche pero me la tomo con mejor humor que como me la tomaba cuando era un niño.
Es raro como cuando vas creciendo se te van cambiando los gustos, sobre todo con productos que durante mucho tiempo no te han gustado y de repente comienzan a gustarte sin un motivo aparente. Eso no pasa con todos los productos pero sí que pasa más a menudo de lo que la gente piensa. Pero aún así todavía hay muchos productos que siguen hoy en día sin gustarme como cuando era un niño y eso no creo que cambie tan fácilmente, porque hay alimentos que es la textura más que el sabor lo que me impide comerlo y eso no se va a solucionar.