La educación canina, esencial para la seguridad y bienestar de la mascota

La intoxicación es una de las principales causas de muerte en perros. El carácter inquieto y curioso de estos animales les impulsa a olisquear y degustar toda clase de cuerpos extraños durante sus paseos al aire libre. Aunque natural, este comportamiento entraña un riesgo evidente para su bienestar. Además de la higiene, la alimentación o las revisiones veterinarias, los cuidados para la salud de tu perro dependen de una educación básica.

Por las malas prácticas de otros tiempos, el adiestramiento canino arrastra todavía un sambenito de negatividad para una parte de la sociedad. Pero estos prejuicios carecen hoy de base, pues los ejercicios y métodos de enseñanza emplean el refuerzo negativo para penalizar conductas que puedan ser perjudiciales para la mascota o su entorno.

En este sentido, la comunicación y obediencia son un seguro de vida para estos animales. Cuando el ojo atento del propietario identifica una amenaza, basta una palabra («suelta», «déjalo», «quieto», etcétera) para que el perro recapacite y se libre de un mal trago: el arañazo de un gato acorralado, el contacto con erizos, el deterioro de las almohadillas al transitar sobre cristales o la ingesta de basuras y desperdicios, raíz de no pocos envenenamientos al aire libre.

Sin educación canina, las interacciones con el resto de los perros, incluyendo a las personas ajenas al círculo familiar, serán problemáticas. El nerviosismo y la efusividad propia de un ejemplar joven pueden causar involuntariamente derribos, arañados o mordeduras a viandantes y otras mascotas.

En razas catalogadas como potencialmente peligrosas (rottweiler, pitbull, dogo argentino, etc.), la importancia del adiestramiento es crítica. Los canes entrenados son menos propensos a involucrarse en conflictos. Este proceso educativo comienza a temprana edad y en él participan todos los miembros de la familia, para hacer justicia al dicho proverbial y demostrar que el perro es «el mejor amigo del hombre».