Con los tiempos que corren sorprende que las manualidades estén de moda. Tal vez sea ese exceso de nuevas tecnologías que nos obliga a volver un poco la mirada a lo tradicional. Pensamos en nuestras abuelas y que muchas de ellas eran muy hábiles en la cocina o con la costura, o en los abuelos, y su afición por el bricolaje. En realidad no era tanto afición, sino necesidad.
Cuando se estropeaba un enchufe en casa o se venía abajo una persiana, pocos llamaban a los profesionales. Era un do it yourself a la antigua. No por entretenerse o rendir homenaje a las tradiciones. No, era para no pagar. No había dinero para esas menudencias. Recuerdo el estor paqueto que fabricaban entre los dos. Mi abuela cosía la tela y mi abuelo diseñaba el mecanismo para plegar. Y un estor para la cocina por poco dinero.
Dicen que ahora las chicas jóvenes, las más modernas o hipsters quedan en cafés para tejer, hacer ganchillo o hacer encaje de bolillos. ¿El mundo se ha vuelto loco? Bueno, tal vez sí, tal vez no. La cosa es que estas personas tienen una necesidad de hacer un trabajo manual, porque muchas de ellas ya solo utilizan las manos para teclear en el ordenador o arrastrar los dedos por las pantallas táctiles de sus móviles. En ese sentido, nos parece una actividad muy necesaria.
Obviamente, la mayor parte de las personas que se juntan para hacer estas actividades no necesitan esas prendas de lana para vestir, las pueden comprar en la tienda de la esquina y quizás les compense más por tiempo invertido. No es como en el caso de los abuelos y el estor paqueto.
Ahora la ropa es más barata, hay muchas más oferta, y la gente, en general tiene más dinero. Y no solo sucede con la ropa y los tejidos. Algunos oficios manuales vuelven a estar de moda, como la restauración de muebles y objetos antiguos. Volvemos a lo mismo: en un mundo dominado por las nuevas tecnologías, todo lo vintage despierta cada vez más entusiasmo por ser (o parecer) más auténtico.