Hay una canción de un grupo que me gusta que se titula ¡Qué tiempo más maravilloso para estar vivo! Pero se trata de un ironía con respecto a una situación política que a juicio del que escribió la canción fue una de las peores que había vivido. Pero el mensaje de esa canción se puede trasladar bastante bien a nuestro tiempo, no tanto a una situación política, sino general. Es un ‘maravilloso’ tiempo para estar vivo porque vamos a tener muchas anécdotas que contar a nuestros nietos.
De momento, mi hijo pequeño va acumulando experiencias curiosas, aunque con su edad no parece que le esté afectando mucho. Supongo que todo eso se verá con el tiempo. Lo cierto es que muchas de las cosas que hacíamos antes de la pandemia no se pueden hacer. Hasta hubo un tiempo que precintaron los parques. ¡Precintar los parques! Suena a película de terror, pero no, es la realidad. Pero hay que adaptarse a las circunstancias, y mi hijo y yo empezamos a hacer cosas que a lo mejor no hubiésemos hecho sin pandemia: le cogimos el gusto a cocinar juntos.
Tanto tiempo en casa sin poder salir obliga a aguzar el ingenio. Y además de destrozar colchones saltando, mi hijo empezó a mostrar mucho interés por el mundo de la cocina. Al principio fueron postres. Claro, lo dulce siempre atrae. Así es que cogimos un poco de leche, nata para postres, algo de chocolate y jengibre y empezamos a inventar a ver qué salía. De momento, le dejo que pruebe de todo. Es muy pequeño y todavía es pronto para que se ‘enganche’ a cosas. Pero si es cierto que hay que tener mucho cuidado con según qué cosas.
Lo curioso de mi hijo es que lo dulce le gusta pero no muestra gula hacia ello, como hacen muchos niños y bastantes adultos. Lo prueba y come un poco, pero se ‘controla’ muy bien, tal vez porque tampoco le gusta tanto. Con la nata para postres y el chocolate él colaboró en su primera tarta que fue la primera de muchas y que casi siempre se termina comiendo el padre…