Galicia reserva su mejor cara para el invierno, cuando el descenso del número de turistas normaliza los precios y disuelve la masificación que afecta a sus monumentos y parajes naturales durante la temporada alta. Así ocurre en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas y, más específicamente, en las islas cies en invierno, en la desembocadura de la ría de Vigo.
Este archipiélago mantiene unas temperaturas mayormente suaves durante la temporada invernal, y una parte del turismo opta por explorarlo entonces, en busca de fotografías únicas o para hacer trekking sin aglomeraciones. A partir del quince de septiembre, la autorización que se precisa para visitar las Cíes, ha de tramitarse a través de la compañía naviera.
Con el incremento del caudal de sus afluentes, la naturaleza gallega sorprende en esta época con espectáculos únicos. Un ejemplo es la Fervenza do Toxa, en el Concello de Silleda. Se trata de una cascada de setenta metros de altura cuya nube vaporosa y atronador sonido no deja indiferentes a sus visitantes.
Los fríos y humedades que acompañan al invierno, no disuaden a los amantes del senderismo. La ruta dos Ancares ofrece su mejor versión cuando está nevada y el blancor de sus cumbres (p. ej., Tres Bispos) contrasta con el pardo de sus laderas. Asimismo, recorrer esta sierra significa transitar por multitud de pueblos con encanto.
Entre diciembre y febrero, las camelias florecen masivamente en toda la comunidad gallega. Es tiempo de hacerse la bautizada como «Ruta de las Camelias», un viaje por los pazos, jardines y fortalezas medievales con mayor interés, coloreados con el rosa y el blanco de esta flor oriental.
La temporada baja también invita a desempolvar los esquís y visitar la Estación de Montaña de Manzaneda, en la provincia de Ourense. Cuenta con una veintena de pistas repartidas en quince kilómetros de superficie apta para el esquí alpino.