En Dodro, donde el invierno llega con ese frío húmedo que se cuela por las rendijas y te hace tiritar hasta en sueños, el gasóleo para calefacción Dodro sigue siendo el rey indiscutible para mantener la casa como un refugio calentito frente a las heladas gallegas. No es solo una cuestión de tradición, que también, sino de pura lógica: este combustible sigue ofreciendo una alternativa confiable y eficiente para que no tengas que ponerte tres pares de calcetines ni dormir con la manta hasta las orejas. Pero claro, no basta con encender la caldera y cruzar los dedos; hay que saber escoger un buen proveedor, almacenarlo como si fuera un tesoro y, si puede ser, ahorrar unos eurillos para que el bolsillo no sufra más que el termómetro. Así que, si quieres que tu invierno sea tan acogedor como un café con churros, sigue leyendo, que esto te va a interesar.
Lo primero que me viene a la mente cuando pienso en proveedores es esa sensación de estar eligiendo al mejor compañero de baile para el invierno. En Dodro, donde las carreteras serpentean entre el verde y el mar, no todos los distribuidores de gasóleo son iguales, y créeme, no quieres quedarte con el que te deja plantado en plena ola de frío. Busca empresas locales con buena fama, de esas que los vecinos recomiendan en la panadería mientras piden el pan de maíz. Mi primo, por ejemplo, siempre pide a una cooperativa que lleva años surtiendo a medio ayuntamiento, y dice que nunca le han fallado ni en plazos ni en calidad. Fíjate en que el gasóleo sea de tipo C, el específico para calefacción, porque no es lo mismo que el de los coches, y pregunta si tienen certificados de calidad o si te pueden garantizar que no te cuelan un mejunje que atasque la caldera. Un buen proveedor no solo te llena el depósito, sino que te da tranquilidad, que en invierno vale más que un abrigo de lana.
Almacenar el gasóleo es otro tema que merece atención, porque no es como guardar las patatas en el sótano y olvidarte de ellas hasta Navidad. Mi tío Manolo, que tiene un depósito en su finca desde los tiempos en que Dodro era más vacas que casas, me enseñó que el sitio tiene que estar ventilado pero protegido, lejos de chispas o del alcance de los niños, que ya sabes que son como pequeños pirómanos en potencia. El depósito, normalmente de polietileno o acero, debe estar en una base firme y nivelada, porque si se ladea, adiós muy buenas al combustible y hola a un charco que no quieres limpiar. Además, hay que revisarlo de vez en cuando por si hay fugas, y si puedes, ponle un filtro para que las impurezas no lleguen a la caldera y te dejen tiritando en el sofá. Es como cuidar un buen vino: si lo tratas bien, te devuelve el favor con creces.
Y luego está el arte de ahorrar, que en estos tiempos de facturas disparadas es casi una religión. En mi casa, hemos aprendido a sacarle el máximo partido al gasóleo para calefacción Dodro con trucos que parecen de abuela pero funcionan como un reloj suizo. Por ejemplo, ajustar el termostato a unos 20 grados y no dejarlo a tope como si estuviéramos en un sauna finlandesa; cada grado de más es un euro que se va volando. También ayuda purgar los radiadores antes de que llegue el frío de verdad, porque si tienen aire dentro, el calor se queda atrapado y tú pagando de más por nada. Y si te animas, invierte en un aislamiento decente para puertas y ventanas; mi vecino Pepe lo hizo y jura que su caldera ahora trabaja la mitad y él sigue tan calentito como siempre.
Pensar en cómo el gasóleo sigue siendo un aliado fiel en Dodro me hace valorar esas noches de invierno frente a la chimenea, con la caldera zumbando discretamente de fondo. Entre elegir un proveedor de confianza, guardar el combustible como si fuera oro líquido y sacarle el jugo con un poco de ingenio, tienes en tus manos el secreto para un hogar que abriga sin sobresaltos. Es una apuesta segura, una caricia caliente en medio del frío gallego que no te falla si juegas bien tus cartas.