Nunca seré consciente del esfuerzo que tuvo que afrontar mi madre al criar a tres hijos en una casa y como tuvo que resignarse a muchas cosas debido al tiempo que tenía que dedicarnos. Por ejemplo, siempre quería tener la casa como los chorros del oro, pero era imposible con tres torbellinos desmantelándolo todo. Supongo que al final tuvo que aceptar que no iba a poder tener la casa de sus sueños.
Así es que después de unos años en los que los tres hijos ya hemos hechos nuestras vidas fuera de casa, estoy ayudándola a recuperar un poco ese viejo sueño. Ahora que tiene mucho más tiempo ha hecho muchos cambios en casa y parece otra. Por ejemplo, siempre recuerdo que no decía que debía comprar cortinas baratas desde que a mi hermano pequeño le dio por prender fuego a una… Fue un accidente, claro está, pero tras aquel conato de incendio mi madre decidió que lo mejor era colocar cortinas asequibles… por si acaso.
Y como con las cortinas con muchas otras cosas. Tener muebles o figuras de decoración caras no era una opción teniendo en cuenta lo que podía suceder. Ahora las cosas son diferentes. La última vez que estuve en su casa me enseñó muy orgullosa el nuevo sofá que había colocado en la habitación donde yo solía dormir. Había tirado el viejo sofá amarillo en el que yo eché innumerables siestas y había mandado construir un sofá a medida debido a las peculiaridades de la habitación en la que no entra cualquier sofá.
Cuando vi la habitación efectivamente parecía otra, no solo por el sofá, sino porque ya no había aquellas cortinas baratas que mi madre colocaba para evitar males mayores. Se había desecho de ellas y había colocado estores muy elegantes y sofisticados: casi parecía la habitación de un hotel. Me dio pena hasta sentarme en el sofá ya que parecía todo tan nuevo. Y es que es cierto que una casa sin hijos se queda muy vacía, pero también es una oportunidad para decorarla con mucha más libertad…